martes, 2 de diciembre de 2014

Si no respiro por unos segundos lo entiendo. El árbol no desprende oxígeno, el sol no vuelve a nacer. El viento no azotó esa puerta, la pequeña niña no se despertó llorando, su madre no la calmó con un beso. Nadie olvidó un lápiz en el colectivo, ningúna luna fue dibujada en la parte trasera del asiento, nadie sonrió al verla, a nadie le recordó absolutamente nada. Ningún peatón ignoró el cemento fresco, nadie enfureció, ninguna huella permaneció allí por años. Nunca llovió ferozmente el 7 de julio, ninguna oscura nube enturbio el cielo aquella noche. Los planetas permanecieron intactos, como si fuera el momento previo a la implosión. Giro, giramos; y en un ángulo de treinta y cuatro grados, creé brisa, caí en el abismo, rompí una taza y un corazón. De vez en cuando espero ser consciente, que en lo que dura un simple paso, un ser está naciendo, una vida está siendo extinguida, una risa amplificada destruyó cada vidrio de una torre. Cierro los ojos, mil pájaros vuelan en el bosque. Abro los ojos, caen hojas doradas por doquier.Vuelvo a respirar. Tan sutil como indispensable es esa bocanada de aire, mis caladas clavículas indican que me encuentro bien. Todas las premisas se cumplen.

miércoles, 23 de julio de 2014

La última vez que la vibración de mi voz alcanzó tus oídos. Te lo dije para que te calmaras: no me iría nunca a ningún lado. Y saliste despedido por la ventana, la rompiste, impactaste contra la baranda del balcón y te caiste. Eras apenas una mancha en el aire cumpliendo la ley de gravedad. Les dije a todos que había sido un accidente, que tal vez no fui convincente pero que no te iba a dejar. Te fuiste pero igual no me quejo, porque me regalaste tiempo y sueños que todavía tengo apretados en mi mano. Desataste tormentas en la sala, huracanes en la cocina, volcanes en la habitación. No me lo esperaba, no veía venir tu asalto de desesperación, tus ganas de irte, odiando haber venido alguna vez. No sé si todavía no soy consciente, pero no me doles en ninguna parte, ni en la boca del estómago que es mi punto débil. Guardé en una caja lo que te quise, brilla como un sol por las rendijas, la ubiqué en esa habitación oscura que siempre quisiste iluminar con ventanales. Llegó la policía,  yo tomaba un té en el balcón por el que te vi volar y hablé tranquila y clara como un minúsculo lago. Cintas amarillas adornaban nuestra casa, nunca estuvo tan alegre y festiva. Siete flores que encontré por ahí fueron mi regalo. Puedo sonar muy frívola, pero estaban impregnadas de tristeza. No quiero ser dura conmigo, mi conciencia está fallada o no funciona correctamente, pero al fin y al cabo, a pesar de todo, mis últimas palabras rebosaban de amor.

martes, 22 de julio de 2014

Espasmos en el vientre,  ninguno de dolor. Si el silencio tuviera que reinar, me condenaria el grito de mi respiración. Los latidos se escapan desesperados de mi pecho. Me divierto buscando la lógica inexistente a un sentimiento que un día nace, como mil primogénitos en la ciudad. Cuando creo que muere, vuelve con toda su furia a llenarme. Y pensar que creía vacío el momento que todavía no pasó. Tenerlo en la mente lo era todo, ingenua, lo tomé en mis brazos y no se comparó. Nunca más lo hice. Es un filo de luz roja incontenible bajo mis párpados. Se rompen, se exponen mis pupilas, pero sigo viendo plumas de un ardiente fénix. Es todos los colores tendidos sobre petróleo. Es un libro de infinitas páginas sin un centímetro vacío de tinta. Una mordaza me censura, pero el cielo conoce mi alma. Te quiero en el silencio, en el interminable silencio que es tan mío.

viernes, 11 de julio de 2014

La tierra ensució mi cuerpo, pero no mi alma. No sabía lo que hacía. Sólo basta un poco de orgullo para levantarme. Medi la escencia de las cosas en maravillosas y olvidables. No tengo un imperio, pero este pequeño palacio me alcanza. Es una ruta segura, el muelle donde sentí la calidez del helado mar y dos de tus besos. Me aferré a la vela de un barco y jamás vi así la libertad. El viento no me asusta, me encendió incluso sumergida en el agua, donde respiraba. A veces no siento y otras golpeo con rabia. No me da miedo perderme, porque se que me encontraré en los atardeceres. No estoy haciéndolo bien, no se puede comparar al cielo y la tierra, pero siempre me equivoco hasta sufrir. Me sostengo de manos extrañas, vuelvo a percibir la tierra, la tortuosa y oscura tierra. Pero esta vez me rozan flores suaves que no me lastiman la piel. A veces pasa. A veces vale la pena abrazarse a lo desconocido.