martes, 22 de julio de 2014

Espasmos en el vientre,  ninguno de dolor. Si el silencio tuviera que reinar, me condenaria el grito de mi respiración. Los latidos se escapan desesperados de mi pecho. Me divierto buscando la lógica inexistente a un sentimiento que un día nace, como mil primogénitos en la ciudad. Cuando creo que muere, vuelve con toda su furia a llenarme. Y pensar que creía vacío el momento que todavía no pasó. Tenerlo en la mente lo era todo, ingenua, lo tomé en mis brazos y no se comparó. Nunca más lo hice. Es un filo de luz roja incontenible bajo mis párpados. Se rompen, se exponen mis pupilas, pero sigo viendo plumas de un ardiente fénix. Es todos los colores tendidos sobre petróleo. Es un libro de infinitas páginas sin un centímetro vacío de tinta. Una mordaza me censura, pero el cielo conoce mi alma. Te quiero en el silencio, en el interminable silencio que es tan mío.

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