viernes, 11 de julio de 2014

La tierra ensució mi cuerpo, pero no mi alma. No sabía lo que hacía. Sólo basta un poco de orgullo para levantarme. Medi la escencia de las cosas en maravillosas y olvidables. No tengo un imperio, pero este pequeño palacio me alcanza. Es una ruta segura, el muelle donde sentí la calidez del helado mar y dos de tus besos. Me aferré a la vela de un barco y jamás vi así la libertad. El viento no me asusta, me encendió incluso sumergida en el agua, donde respiraba. A veces no siento y otras golpeo con rabia. No me da miedo perderme, porque se que me encontraré en los atardeceres. No estoy haciéndolo bien, no se puede comparar al cielo y la tierra, pero siempre me equivoco hasta sufrir. Me sostengo de manos extrañas, vuelvo a percibir la tierra, la tortuosa y oscura tierra. Pero esta vez me rozan flores suaves que no me lastiman la piel. A veces pasa. A veces vale la pena abrazarse a lo desconocido.

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