La tierra ensució mi cuerpo, pero no mi alma. No sabía lo que hacía. Sólo basta un poco de orgullo para levantarme. Medi la escencia de las cosas en maravillosas y olvidables. No tengo un imperio, pero este pequeño palacio me alcanza. Es una ruta segura, el muelle donde sentí la calidez del helado mar y dos de tus besos. Me aferré a la vela de un barco y jamás vi así la libertad. El viento no me asusta, me encendió incluso sumergida en el agua, donde respiraba. A veces no siento y otras golpeo con rabia. No me da miedo perderme, porque se que me encontraré en los atardeceres. No estoy haciéndolo bien, no se puede comparar al cielo y la tierra, pero siempre me equivoco hasta sufrir. Me sostengo de manos extrañas, vuelvo a percibir la tierra, la tortuosa y oscura tierra. Pero esta vez me rozan flores suaves que no me lastiman la piel. A veces pasa. A veces vale la pena abrazarse a lo desconocido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario